Claro. La perra se crió escuchando Fito Páez, y eso lo noté ni bien llegamos. Muza se acercó, y pidió cariño. Yo, afectuosa, se lo dí desinteresadamente, pero al darme vuelta, vi como se transformaba en dos ojos grandes y penosos que reclamaban más amor. Me senté, y ella se subió a mis rodillas. Acaricié su pelaje corto mientras ella disfrutaba de los mimos subiendo cada vez más.
Alguien me contó de su problema.
Ahí terminé de entender.
Muza proponía relaciones dependientes, cerradas, asfixiantes.
Demandaba cariño todo el tiempo, y no permitía el rechazo, la indiferencia, ni siquiera entendía el cansancio.
Muza pretendía relaciones enfermas.
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